martes, 16 de septiembre de 2014

Cuando no me hacen caso desde la calma acabo chillando

Askotan gertatzen zaigunez, hemen aholku batzuk, Letizia Garzesen partez.

No podemos educar y frenar conductas al mismo tiempo

Me gustaría que aprendiéramos a identificar y por lo tanto a diferenciar dos momentos a la hora de corregir, uno lo conocemos como intervenir y el otro como mediar. Cuando intervenimos buscamos frenar una conducta y lo hacemos nosotros porque entendemos que en ese momento el menor no está receptivo y que por mucho que le expliquemos la situación, su actitud no es colaboradora. Nos referimos a los momentos de explosión, rabietas irracionales o frustraciones donde el cerebro desintegrado del menor no le permite responder mejor.
Quizás con un ejemplo lo entendamos mejor. Dos hermanos discuten, después de llamarles varias veces la atención para que dejen de pelear, no vemos colaboración por parte de ninguno, el ambiente está alterado así que decidimos que lo mejor es intervenir: les invitamos a salir de la sala, los conducimos a sus habitaciones para que continúen jugando por separado, les proponemos salir a la calle para cambiar de escenario o  nos ponemos a jugar con ellos para generar un ambiente más agradable, cualquier cosa con tal de frenar esa conducta pero sin esperar que ellos dejen de discutir por propia voluntad ya que esto es algo que aprenderán en la medida que maduren pero en ese momento dirigidos por el enfado resulta difícil. En estos momentos, los castigos no son necesarios.
Por lo tanto, nos ayudaría mucho saber que hay momentos donde nuestros hijos e hijas se sienten arrastrados por las arenas movedizas de emociones intensas que no han aprendido a gestionar todavía por falta de edad, madurez y experiencia y  por eso les ayuda más lanzarles una soga para que salgan de ellas que decirles que salgan por su propio pie. Dejar de esperar una actitud colaboradora cuando el menor todavía no es capaz de tenerla nos permite ser más pacientes y comprensivos, al mismo tiempo que con nuestra respuesta empática les preparamos para que más adelante puedan.

Un momento para escuchar, otro para hablar

Según el ejemplo expuesto, podemos considerar que lo que el adulto  hace por medio de la intervención es escuchar, calmar y conducir pero si queremos que la corrección sea completa, debemos mediar y esto lo hacemos por medio del dialogo compartido sin dejar de escuchar nunca lo que el niño o niña siente, para esto buscaremos un momento de calma donde el dialogo tenga cabida y el menor esté por la labor de participar en una conversación sobre valores y buenos hábitos: los momentos de antes de dormir son idóneos aunque no siempre nos encontramos con ganas para hacerlo, por lo tanto no tiene que ser a diario pero si una o dos veces por semana.

Como iniciar una mediación antes de dormir

  • Cariño, ahora te veo mucho más tranquilo que antes cuando has discutido con tu hermano, entiendo que estabas enfadado, pero quiero que seas consciente de todas las cosas que le has dicho estando enfadado, no me gusta que le trates así y tampoco me gusta que se sienta mal por lo que le dices…
  • Tenemos que hablar, antes cuando hemos discutido porque no respondías a mi llamada, me he sentido muy mal, siento que me impaciento cuando te llamo a cenar y no vienes y luego estoy tan enfadada que no me apetece cenar contigo, quiero que sepas que siempre te quiero pero hay momentos que el enfado me nubla y no te respondo bien, lo siento, ¿a ti te pasa algo parecido?
  • ¿Nos damos un abrazo? Ay cariño, a veces nos enfadamos tanto que se nos olvida que tenemos que tratarnos con cariño, quiero que me cuentes que has sentido antes para hacer lo que has hecho o que has sentido cuando yo te he hecho…

Pautas para mediar ante una discusión verbal

  1. Observar en la distancia la discusión: escuchar sin intervenir para valorar como podemos guiarles en la resolución de ese conflicto de forma pacífica.
  2. Validar los sentimientos que salen en la discusión: ¡Veo que estáis enfadados y que no os ponéis de acuerdo!
  3. Escuchar ambas partes: cada niño tiene derecho a expresar su punto de vista y a ser escuchado, con esta actitud de escucha activa les damos un modelo a seguir para próximas discusiones donde el adulto no esté presente.
  4. Resumir lo ocurrido: ¡Según veo, tu estas enfadado porque ha entrado en tu habitación sin llamar y te ha cogido un juguete y tú estás molesto porque el juguete es tuyo y te lo ha cogido sin permiso!
  5.  Recordar las normas: En cada casa hay unas normas que guían el comportamiento de cada miembro de la familia y que nos sirven de guía a la hora de solucionar conflictos de forma justa y equitativa. En este caso, si la norma que hay que respetar es llamar a la puerta antes de entrar cualquier habitación de la casa o pedir permiso antes de coger cualquier objeto de otra persona, los dos han incumplido una norma por lo tanto dos tienen que rectificar.
  6. Lluvia de ideas para solucionar el problema: cada niño puede sugerir posibles soluciones para resolver el problema. El adulto les orientará para que elijan la mejor opción.
  7. Aportación del adulto: Los padres también pueden dar ideas preventivas,  os sugiero  poner un cartel en la puerta que diga ¡STOP, llama antes de entrar ¡ o ¡No me cojas sin permiso!
Hay veces que la discusión ya está muy avanzada, no tenemos tiempo para mediar con el dialogo o han pasado de las palabras a las patadas, no hay tiempo para pararse, pensar y decidir, hay que actuar, separarlos y tomar cartas en el asunto, el adulto tiene que intervenir si o si.

Pautas para intervenir y frenar conductas

  1. Describir la escena con firmeza: ¡Este comportamiento no lo voy a tolerar en esta casa!
  2. Poner distancia: ¡Veo que no estáis jugando, así que podéis seguir jugando en vuestras habitaciones por separado!
  3. Aplicar consecuencias: si vemos que la falta es grave tendremos que acompañarla con consecuencias lógicas como devolver lo que se ha quitado, reponer el juguete roto con la paga, buscar la manera de consolar al hermano,etc.
  4. Aplicar un castigo de forma positiva: si consideramos que la escena ha sido muy grave y tiene que aplicarse un castigo habrá que esperar a que todos estemos tranquilos para decidir que estimulo desagradable se aplica, siempre cuidando que tiene relación con la infracción y que el adulto no siente la necesidad de vengarse de lo que le ha generado por medio de el.
  5. Final feliz: no siempre hay que hablar sobre lo ocurrido de forma inmediata,  antes de acostarnos podemos recordar qué faltas de respeto no se van a tolerar y que acciones podemos llevar a cabo para evitar llegar a esos extremos: decidir dejar de jugar antes, pedir ayuda,  meter las manos en el bolsillo como un recordatorio de que no debo usarlas para defenderme, etc.
  6. Restituir el daño: si queremos que los niños aprendan a pedir perdón de forma sincera les tenemos que enseñar a descubrir la satisfacción que aporta estar en paz con otras personas, antes de hacer las paces tendrán que ser conscientes del daño que han causado. Recordad que la empatía la empiezan a desarrollar a partir de los cuatro años así que antes de esta edad es absurdo obligarles a disculparse porque no están preparados para ponerse en el lugar de la otra persona, siempre se lo sugerimos y recordamos pero no presionamos ni condicionamos.

1 comentario:

  1. El próximo día al ir a la Jesusa pediré un kilo de paciencia, dos de comprensión, tres de abrazos y todos los que tenga de energía positiva.

    ResponderEliminar