miércoles, 22 de mayo de 2013

Gianfranco Zavalloni. Mi escuela, espacio de creatividad

Gianfranco Zavalloni. Mi escuela, espacio de creatividad

Gianfranco Zavala vive en la Romaña.
Actualmente trabaja como director (16 años), después de haber estado como profesor (13 años) en la escuela infantil. Ha trabajado en Moena, Carpegna, Pennabilli, Rimini y Gatteo. Desde el 1 de septiembre de 2008 trabaja como director de la Escuela del Consulado de Italia en Belo Horizonte (Brasil).
Es un defensor de la escuela creativa. Y nos explica en qué consiste esta pedagogía.

Con esta opción se pretende crear conciencia sobre la importancia de la creatividad y la innovación para el desarrollo personal, social y económico, para difundir las buenas prácticas, estimular la educación y la investigación y estimular el debate y la formulación de políticas en cuestiones. En mi experiencia personal y profesional, siempre he creído en la importancia, desde una edad temprana, de educar para la creatividad. Por eso decidí titular, hace 10 años, mi ESCUELA espacio de CREATIVIDAD. Y, en pocas palabras, así es como me siento: simplemente y, naturalmente, la mente creativa.
Uno de sus tratados más conocidos es la Carta de los derechos naturales de los niños y niñas, traducida a los 100 lenguajes del mundo.
  • El derecho al esparcimiento. Períodos de tiempo que no estén planificados por los adultos, tiempo para distraerse.
  • El derecho de ensuciarse. Jugar con la arena, la tierra, la hierba, las hojas, las piedras, el agua, hacer barro
  • El derecho de oler. Sentir el placer del olor, reconocer los aromas de la naturaleza, de las comidas.
  • El derecho al diálogo. Tener la oportunidad de hablar, de ser escuchado y también de escuchar a los demás.
  • El derecho a utilizar las manos. Utilizar el papel de lija, encolar, modelar barro, ligar cuerdas, usar el tacto para reconocer los materiales…
  • El derecho a un buen comienzo. Tomar alimentos sanos desde el nacimiento, beber agua fresca y respirar aire puro
  • El derecho en la calle. Jugar libremente en la plaza, caminar por la calle, poder disfrutar de los pueblos y de las ciudades.
  • El derecho a lo salvaje. Construir una cabaña en el bosque, jugar al escondite entre las cañas y trepar a los a árboles, bañarse en los ríos, saltar desde lo alto, caer y levantarse de nuevo.
  • El derecho al silencio. Sentir soplar el viento, cantar los pájaros, borboteo del agua, el rumor de un bosque, la calma.
  • Los derechos a los matices. A ver el amanecer y el ocaso y admirar por la noche la luna y las estrellas.

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